Cerca de esta ciudad hay dos iglesias jesuitas –San José y San Javier- que se levantan imponentes entre campos de cultivo, huarangos y antiguas haciendas.
La World Monuments Fund (WMF) es una organización mundial que alerta sobre el estado de conservación y supervivencia de diferentes monumentos históricos y arqueológicos. De esta manera, busca llamar la atención de donantes para que comprometan recursos económicos que se usarán en la restauración y puesta en valor de esos monumentos que, por el paso del tiempo, el saqueo, el estado de abandono que los agobia o la excesiva presión humana sobre ellos, tienen el riesgo real de desaparecer, perdiéndose de esta manera un tesoro cultural para toda la humanidad. En el Perú, la WMF ha identificado, entre estos casos dos iglesias jesuitas, rodeadas de huarangos, campos de cultivo y cerros desérticos, ubicadas en el valle del Ingenio, a unos 30 kilómetros antes de llegar a Nasca. Estas iglesias, San José y San Javier, son de estilo barroco, con dos torres y una nave, con portadas ricamente adornadas con flores, guirnaldas y símbolos, y, en el caso de San Javier, con pinturas murales.
Fueron levantadas en los años 40 del siglo XVIII, y están ubicadas a escasos 10 minutos entre ellas, según se dice conectadas por pasadizos subterráneos y secretos. Estos templos quizá abandonen pronto esa lista de monumentos en peligro, no porque se hayan conseguido los fondos para su restauración, sino porque el estado de abandono absoluto en que se encuentran hace que, poco a poco, vayan devolviendo a la tierra el adobe que un día salió de ella para formar sus estructuras.
DE NASCA A SAN ISIDRO
Ambas iglesias pertenecían al Colegio Jesuita del Cusco, y en ellas se cultivó uva, caña y algodón, se hacían tallas de madera y trabajos en piedra, y se elaboraba pisco y vinos de misa. La expulsión de los jesuitas de España y colonias por parte del rey Carlos III provocó que las iglesias pasasen a manos de un encomendero y, después, en 1828, fuesen donadas por el Perú al corsario Hipólito Bouchard. Tras la muerte de este argentino pasaron a manos del Estado Peruano. Desde esa época tuvieron diferentes dueños hasta llegar a manos de la familia De la Borda, quienes donaron el púlpito y el altar mayor de San José a la iglesia del Pilar, en el distrito limeño de San Isidro.
Las iglesias más antiguas de Nasca y joyas de la arquitectura colonial de la costa sur mantienen una especie de orgullo estético e histórico, un orgullo atravesado por los rayos del sol y las hojas de los árboles, que llegan a los rincones del interior de estos templos que un día congregaron a miles de personas.
(fuente: El Comercio)